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jueves, 13 de mayo de 2010

La ignorancia de la vida

En los pasillos del colegio San Pedro, se pasean los niños de un lugar a otro, con el sonar de la campana, que les indica el inicio del recreo, la mayoría va al parque a jugar, otros a desayunar en el poco variado cafetín, pero nadie como Albert, quien prefería dirigirse a un lugar alejado y solitario donde leer un buen libro, “El Don de la Vida” es el que paseaban sus ojos en esos momentos, de un autor anónimo.

Al dirigirse a su lugar secreto, caminando y con su libro en la mano, miraba sobre su hombro y veía como los niños se desenvolvían, alegres, saltando y gritando, compartiendo con los demás y se daba cuenta de que era diferente, prefería estar solo, ocupado en sus cosas. Pasos después, escucho a los pájaros silbando, quizá de la alegría o simplemente como forma de comunicación, mas adelante diviso un árbol repleto de manzanas, expresando el mes de su esplendor y al momento donde desligaba la mirada, volvió hacia aquel árbol en el momento donde una fruta caía hacia el vacio, varios rebotes resonaron en el suelo, se dirigió hacia aquel fruto y lo recogió, limpio un poco con su camisa y lo dirigió a su boca, continuo con su camino, al llegar a un pequeño montículo , se sentó en un viejo tronco abandonado en aquel lugar escolar, abrió su viejo y deshilachado libro y comenzó a leer.

Minutos pasaron hasta que uno de sus compañeros de clase, le gritaba que era el final del receso, sin mucho animo se paro de aquel tronco y enrumbó su paso hacia el salón de clase, poco a poco y sin mucha prisa, era algo despistado, solía no mirar al piso, simplemente caminando y admirando la naturaleza, en el momento donde observó el incendio de una montaña a lo lejos, acto que repulsó al instante, tropezó torpemente, con una pequeña roca apostada en el camino, cayó al suelo, su libro salió volando, deshojándose a su paso y esparciéndose por todo el lugar , mientras una oleada de aire sacudió el sitio, viendo impotente como las hojas de su viejo libro, se desaparecían mágicamente en pocos segundos, muy probablemente siendo su parada final aquella montaña ardiente. Solo quedó en sus manos la cobertura del libro, situación que se vio empañada al darse cuenta que sangraba su rodilla, y su pantalón azul estaba roto, sintió dolor, pero no supo descifrar si le dolía mas la herida en su rodilla, o perder aquel instrumento de lectura heredado de su abuelo…

Ya un poco repuesto y en el salón de clase, su profesor de cuarto grado, un señor de grandes gafas negras, obeso y con el sudor corriendo por su frente, dirigía al grupo explicando biología, luego de explicar la teoría de evolución de Darwin, preguntó en voz algo ronca, consecuencia de su habito al tabaco.
- ¿alguien tiene una pregunta?

Momento sumido por el silencio, pregunta realizada por costumbre, sabiendo que nadie respondería, pero al final del salón, sentado en el ultimo pupitre, una mano se asomaba al aire, el profesor mando a parar al niño, y éste le lanzo una ronda de preguntas que lo dejo anonadado.

-¿De donde venimos? ¿Realmente existimos? ¿Cuándo comenzó todo? ¿esas teorías se pueden comprobar? ¿Por qué estamos aquí?...

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