El yo es un ser complejo, inentendible, dentro de toda su existencia, adaptado a un entorno catastrófico, creado por la naturaleza creativa del entendimiento subjetivo del conocimiento, en donde fluye un caudal de esperanza, que añora tener sentido, en un realidad irreal, abarrotada de hechos incognitos, en donde la clandestinidad se hace amiga de la vergüenza y la razón se hace esclava de las ideas.
Cual ente infinito e indescriptible, que por siglos ha fallado su objetivo y se ha esfumado en la carrera del tiempo que por tener un límite, acarrea que la flor se marchite.
Cualidad vana que se nos dio y desperdiciamos en decadencia por conciencia de la experiencia hace que la inconsciencia se convierta en un golpe a la decencia, para que la inmensidad de la nada se haga cargo de la inteligencia, que gobierna nuestras mentes, saboreando el desdén de los errores impartidos en los hechos que nunca fueron realizados por los seres que si estuvieron en aquel festín de sabiduría, que en el fondo no entendían y que de por si los consumían, donde al final del túnel de la esclavitud, supieron retar la espontaneidad de la sonrisa, dando lugar al sabor prohibido de la satisfacción, pero al cabo de un sueño, se sumergen en una cueva de cemento, aplastados por si mismos en la idiotez de los recuerdos, donde sale a flote la inmensidad de la vida y la existencia y se valora la belleza de la naturaleza.
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